martes, 22 de junio de 2010

CORRONCHERAS DAY´S SEGUNDA PARTE

La llegada a Cartagena de Indias, era y sigue siendo una alegría , quizá dada por esa particular mezcla de africanos e indigenas que llevamos y los apellidos de colonizadores que hasta hoy nos persigue con sus comentarios fuera de lugar.
Siempre me he preguntado porque le decía mi tía Esther (judia)a las empleadas de servicio domesticos "mantecas",solo por el hecho de trabajar en la cocina, haciendo más apetitosas las comidas llenas de sabor inigualable, pero el temor por lo desconocido resulta un acto de miedo.Al ver a "abbé" sinónimo de "LA NEGRA ALBERTINA",abrazarme y dejar entre mi camisa ése inconfundible olor a comino que tanto me facinaba, sus dientes relucian , mientras su s grandes brazos me rodeaban , me besaban como a un hijo, me daba una nalgada. Pero de ella recuerdo la respuesta a mi pregunta:
-ABBé ,que pasa cuando uno se muere?
A lo que Albertina respoendía:
-Niño fenna, duemmace, piense en las guayabas del patio, son de todos los colores, unas simples, otras sabrosas, pero todas, todas se caen o se comen!
Hoy entiendo ésa respuesta que Albertina dejó en mí para siempre.De ella recibía las mejores porciones de comida, a veces me cocinaba a mí, por que yo como sobrino arrimado de familia acomodada, tenía mis fronteras. Su amor de abuela fuerte y sonriente permance en mi recorrido imaginario por Getzemaní o el Castillo de San Felipe, por el aereopuerto que con mi mirada se elevaban los aviones , mientras yo me introducía en el interiror como piloto. Ya Albertina se iba entre las calles polvorientas de Crespo, dejando sus ojos y sus dientes en mi corazón y mi sueños de regordete cretino y comelón.
A Cartagena la veo como mi pasado más cercano en la niñez que en los Transportes Brasilia o La Costeñita soliamos viajar, depués del regateo por conseguir pasajes baratos que hacía mi tía Esther,pero al ver hoyy, fotos de Cartagena , sigue el mismo respiro de ansias por volver , que cuando estaba en Barranquilla o Venezuela. Sus playas nocturnas, me entregaban la luna en mis dedos y se disipaba entre la arena del mar , cercana a un camino que conducía hacia La Boquilla y por el cual llegaban las vendedoras de frutas tropicales en sus clasiscas "poncheras" ,mientras las olas marinas interrumpian el grito cimarrón de las "cuatro bates", palenqueras que en la tarde , a eso de las seis , competían con sus bollos de yuca, queso o mazorca con el panadero que arrastraba una carreta verde y grande. llena de diferentes panes que nos deleitaba tanto como los bollos de limpio.






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