Berlín tiene alrededor y dentro de ella islas de sorprendes naturaleza, dejando caer en el suelo hojas secas que no terminan de aceptar que el invierno quiere apoderarse de sus delicadas fibras de hilos irrepetibles, acuarelas sin programa que despiertan ante la mirada fisgona que busca un contacto unánime con su origen. La metrópolis tiene parques que entre deportistas, ancianos pensionados, o buscadores de imágenes la pueblan ,sin costo alguno,sin vitrinas elocuentes, tal y como es, en su quietud lagónica,perpetua en sí misma y con miles formas y colores. Luego de ver como se esconde el sol por momentos , llegamos a una calle amplia , llena de tráfico sin espectaculiaridades ,cambiando cada esquina en su vestidura arquitectónica, como un pasaje fotográfico y visual , puntos de encuentro y nuevas estructuras, convirtiendo la ciudad en un lugar nuevo para la memoria de sus habitantes.
Siguiendo líneas estrechas y calles angostas ,Berlín esconde patrimonios escuetos, pasajeros,estables, inexistentes , ilógicos,paralelos pero siempre interesantes , en una interminable espectátiva que solo deja de verse al cerrar los ojos.
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