lunes, 28 de octubre de 2013

POR LA PUERTA DE ATRÁS

Afortunadamente en Berlín no existen  cachifas (preposición despectiva que se utiliza en Venezuela) o sirvientas (despótica palabra usada en Colombia)  y mi mamá no tendría posibilidades de trabajar aquí , a menos que fuese en un consulado o embajada, recordando que cada empleado en Alemania además de pagar impuestos tienen el derecho después de seis meses a un seguro de desempleo.
 La discriminación no es sólo un hecho real sino palpable, en una ciudad llena de extranjeros que deben tapar sus bocas al ver la vida sin pre -conceptos moralistas que desfilan ante sus perplégicas miradas. Berlín fue en los "alocados años 20´s"centro liberal , en donde artistas de cualquier lugar que llegara enfilaba, las noches interminables de la capital prusiana y ésto no ha cambiado , sólo la moda, el servicio instantáneo de comunicación , las guerras pasadas, las divisiones políticas y geográficas y el símbolo de unas calles que cambian de acuerdo a necesidades reales y ficticias,  son retrato de una urbe con muchas caras. Entrar a un supermercado o un mercado del barrio que ofrece alimentos regionales es tarea de cualquier ciudadano, nadie compra en exceso a menos que tenga un negocio de re-venta, el alcohol , el tabaco y los productos ecológicos conjugan un espacio conjunto en cada vitrina.
Alguien me preguntaba si el racismo en Berlín es cómo ver una fotografía del Tercer Reich y Hitler, alado por masa de migrantes que vamos directamente a Campos de Concentración, o como me ven los alemanes y si me observan como no suficientemente ARIO, mestizo sin clasificación?, cómo es la vida de un ser humano ligado a otro idioma y cargado de otra cultura?, mi respuesta es entender primero al SER HUMANO hecho en todo el mundo similar y catalogado por "RAZAS,COLORES e IDIOMAS", ello y sus separación recurre a el empecinante hecho de querer ser diferentes a otros, si ser nosotros. Los berlineses y por ello me siento a gusto aquí, son altaneros, hablan sin tapujos y tiene un particular humor que para muchos es cruel, pero entendiendo la historia de la ciudad, sus habitantes son reflejo de su creación. El silencio de la ciudad es un disfrute para los que venimos de vidas sin privacidad , un lujo que el vecino no te salude ni sepas que hizo o hace en su vida, el saludo es parte del estado de ánimo y no un hecho de "ser o no educado", es expresarse sin parámetros formalistas, algo difícil de entender para  los bogotanos , mientras que para un caribeño podría ser entendible y sin traducciones simultáneas. El racismo berlinés existe y algunas veces entre extranjeros, llevando a esconder como un ruso escupe al ver pasar a un homosexual o un turco se expresa en sus lengua al ver un judío con kippá sobre su cabeza, mientras que para el berlinés, su interés sería probar las nuevas olas culinarias y no le asombra lo nuevo, compartiéndolo si lo desea y siendo parte del cambio de la ciudad que tiene, a veces un tanto apático, pero alegre ante la vida y más si es con cerveza en mano en medio de la calle o después del trabajo.  Algunos no quisieran trabajar y de hecho es la ciudad con más alto desempleo en Alemania, en dónde más almas solas viven y la moda es una pregunta y aceptación individual sin compromisos claros, pero alejados de los extremos políticos y cercano a probar las tentaciones que la vida ofrece en un país agobiado por la vida laboral y la producción eficiente.
Muchos berlineses ignoran que Albert  Einstein, Max Reinhard, Fritz Lang o Josephin Becker vivieron entre el Spree y el Havel, ríos que bañan la ciudad y sus fronteras naturales, otros como Alexander von Humboldt nació junto a su pasión por los viajes y la investigación botánica en Berlin. Las situaciones de cambio natural y forzado no terminan con esa particular forma, mezcla generacional y locura estable, perenne  voz que retumba del berlinés...

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